miércoles, 14 de noviembre de 2012

La sabiduría de la India y las primeras especulaciones humanas.


OM ¿Quién es este Atma para que podamos adorarlo? Este Atma es aquél Por quien se ve, Por quien se escucha, Por quien uno huele toda clase de aromas Por quien enuncia la voz, Por quien se discierne lo sabroso de lo insípido
Este, que es el corazón, es también pensamiento (manas), Percepción de lo externo (sanjñanama), Conocimiento, (Jñana) Intuición, (Vijñana)
Sabiduría, (Prajñana) Inteligencia (Medha) Visión, (drishti) Continuidad de propósito (dhriti), Opinión y comprensión (matirmanisha) Dolor (juti)
Memoria (smriti) Volición (Sankalpa) Pasión (Kratu) Vitalidad (Asu) Deseo (Kama) Control (Vasha)
todos estos no son sino nombres de la eterna conciencia (Prajña)

(Ella) es Brahmá, es Indra, es Prajapati, es todos estos devas, Y los cinco grandes elementos, prithivi (tierra), vayu (aire), akasha (éter), apas (agua), jyoti (luz) Y las criaturas grandes y las pequeñas, Y las semillas de toda especie, y los nacidos de huevo, los nacidos de la humedad, los nacidos de vientre, y los nacidos de semillas, Y los caballos, las vacas, los hombres, los elefantes, sí, cualquier cosa que aquí respira, Y todo lo que se mueve y lo alado y lo que no se mueve, Todo está guiado por la conciencia y establecidos en la conciencia. Pues la conciencia es el ojo del mundo La conciencia es el fundamento, La conciencia es Brahman8
Por esta conciencia de Atman, Elevándose desde este mundo al Svarga-loka, y finalizando con todos los deseos, (el sabio) dejó la muerte atrás, si, la dejó atrás.
Así fue el tercer adhyaya del aitareya upanishad.


Aquí os dejo una pagina web dónde poder descargar todos los textos védicos en bilingüe sanscrito/castellano.

Este es el pensamiento en el alba del hombre, majestuoso.



lunes, 12 de noviembre de 2012

A raíz de una exposición sobre el concepto de autonomía en la estética de Kant.


Sobre el concepto de autonomía en la estética de Kant.

En la Analítica de lo bello Kant nos presenta a la belleza en general con la belleza natural como referente, a las manifestaciones artísticas con su creador como genio; y un concepto puro de belleza relacionado con la autonomía y el desinterés. Lo bello, queda mediado por una imaginación unida al sujeto y al sentimiento de placer o dolor. El Juicio de gusto, no es lógico pues, sino estético, subjetivo.
El arte queda como algo distinto de naturaleza. Distingue Kant, este como facere (hacer de obrar); la consecuencia del arte, como obrar, opus, y la consecuencia de la naturaleza como efecto, effectus. Por lo tanto, el arte, es la producción por medio de la libertad, mediante una voluntad que pone la razón como base; es obra de los hombres. Sin embargo, el hombre al obrar no sólo produce arte, produce también ciencia; pero esta, queda bien diferenciada, pues es una facultad práctica de una facultad teórica, es lo que se puede hacer, en cuanto sólo se sabe qué es lo que se debe hacer, y así sólo se conoce suficientemente el deseo deseado.
Distingue también Kant, el arte como distinto de un oficio. Y nos dice, que cuando el arte, queda adecuado al conocimiento de un objeto posible, y ejecuta los actos que se exigen para hacerlo real, es mecánico; pero si tiene como intención inmediata el sentimiento de placer, llámese arte estético. Este es: o arte agradable, o bello. Es el primero cuando el fin es que el placer acompañe las representaciones como meras sensaciones; es el segundo cuando el fin es que el placer acompañe las representaciones como modos de conocimiento. El arte bello, es un modo de representación que por sí mismo es conforme a un fin y, aunque sin fin, fomenta la cultura de las facultades del espíritu para la comunicación social.
La universal comunicabilidad de un placer lleva ya consigo, en su concepto, la condición de que no debe ser un placer del goce nacido de la mera sensación, sino de la reflexión, y así, el arte estético, tiene por medida el juicio reflexionante y no la sensación de los sentidos.
De este modo, las manifestaciones artísticas, las obras de arte, poseen una belleza unida a algo ajeno, algo adherido. La autonomía, aquí queda como heteronomía, como característica de lo artístico, no de lo estético; el arte, sería un aspecto relacionado con la dimensión estética, no como su relación suprema, sino como una manifestación inferior a la belleza natural.
La relación entre lo sublime y el arte, incluye aspectos de ideas y emociones que quedan fuera de la belleza. La emoción es una sensación donde el placer se produce por expansión momentánea, y surge un esparcimiento de las fuerzas vitales; sin embargo, esta no pertenece a la belleza.
Por otro lado, en el Juicio de Gusto, nos dice Kant, hay un término medio entre: entendimiento y razón. El entendimiento fundado en la naturaleza y la razón fundada en la libertad, son facultades del espíritu: el entendimiento como facultad de conocer, y la razón como facultad de desear, regida por la libertad. También describe Kant una tercera facultad del espíritu: el sentimiento de placer y dolor; no legislada ni por el entendimiento ni por la razón.
El Juicio de Gusto sería exclusivamente contemplativo, indiferente a la existencia de un objeto, enlazando la constitución de éste con el sentimiento de placer y dolor; no dirigido a conceptos, no es un juicio de conocimiento, ni está fundado en conceptos, ni los tiene como fin. Es imparcial, y el interés le quita tal imparcialidad. El interés de la razón, pone la finalidad delante del sentimiento de placer, sin embargo, el interés en el juicio de gusto funda la finalidad en el placer mismo. Por lo tanto, como menciona Kant: “El gusto es siempre bárbaro mientras necesita la mezcla con encantos y emociones para la satisfacción y hasta hace de éstas la medida de su aplauso”, es decir, no debe reconocer emoción ni sensación como material del juicio estético.
Pero la función contemplativa es insuficiente, queda transcendida con la relación del espíritu conmovido frente a la contemplación; surge la emoción de un sentimiento de atracción y repulsión frente al objeto de manera rápida y alternativa. La autonomía, en lo sublime, nos separa de la determinación del objeto por sensación o mediante el concepto; este place por sí mismo.
Lo bello para Kant, es lo que place, válido sólo para animales racionales (ya que distingue lo agradable para animales irracionales), como única satisfacción desinteresada y libre, donde no hay interés ni en los sentidos ni en la razón; esto es, la complacencia. Kant distingue en su Crítica del Juicio cuatro momentos en su definición de lo bello: un primer momento, donde el gusto se determina como facultad de juzgar un objeto, o una representación, mediante una satisfacción o un descontento, sin interés alguno; el objeto de tal satisfacción ha de llamarse bello. El sujeto juzga sintiéndose libre, y esto lo presupone en todos los humanos; por tanto hablaremos de lo bello como si la belleza fuera una cualidad del objeto, y el juicio fuera lógico; en el segundo momento, nos dice que lo bello es lo que, sin concepto, place universalmente. El tercer momento, dice que la belleza es forma de la finalidad de un objeto, en cuanto es percibido en él, sin la representación de un fin; por ejemplo, una flor, la cual es considerada bella porque en su percepción, se encuentra una cierta finalidad que no se refiere a ningún fin. Y el cuarto y último momento, concluye que bello es lo que, sin concepto, es conocido como objeto de una necesaria satisfacción.
Lo bello se produce ante lo limitado, como manifestación de un concepto indeterminado del entendimiento, como un simple juego donde se confirma el conocimiento.
Por otro lado, lo sublime, se produce ante lo ilimitado, considerado como un todo, e implica la manifestación de un concepto indeterminado de la razón; siendo más que un juego, donde interviene la imaginación, y transciende más allá de la representación de la forma del objeto, implicando ideas y emociones. Lo sublime suspende momentáneamente el poder de la razón para confirmarlo después, ejerce violencia sobre la imaginación, frente algo inabarcable, y ofrece una especie de “placer negativo”, donde el sujeto es atraído y repelido, suscitándole admiración y respeto.
Como ya hemos visto, la autonomía en el Juicio de Gusto, en el Juicio estético, aparece en cuento a que, este, determina su objeto, en consideración de la satisfacción con una pretensión a la aprobación de cada cual, como si fuera objetivo; por lo tanto, al llamar bella a la cosa sólo según la propiedad en que ella se acomoda con nuestro modo de percibirla, el sujeto juzga por sí, y sólo por sí, no por la experiencia, sino a priori. También, al definir los concepto de lo bello y lo sublime, en el libre juego de ambas; lo bello, que lleva el libre juego de la imaginación al entendimiento, lo sublime, que lleva el libre juego de la imaginación a la razón, concertando subjetivamente a la imaginación con las ideas racionales, produciendo un estado del espíritu conforme al que producirían sobre el sentimiento la influencia de ideas determinadas (prácticas); lo sublime, estaría totalmente referido al sujeto, siendo lo sublime el espíritu del hombre. 
Lo bello y lo sublime, agradan por sí mismos, no suponen un juicio sensible ni lógicamente determinante, sino un juicio de reflexión, y se hayan exclusivamente ligados a la manifestación en un acuerdo de la manifestación o la imaginación en una intuición, con el poder de suministrar conceptos que poseen el entendimiento y la razón.
Habiendo concluido ya una breve descripción del Juicio de Gusto en relación a los conceptos de lo bello y lo sublime respecto al arte, pasaré brevemente a exponer su análisis teleológico en relación con la autonomía.
En sus dos obras clave, Crítica de la Razón Pura y Crítica de la Razón Práctica, Kant, fija la filosofía teórica como referida al concepto de naturaleza, y la filosofía práctica referida al concepto de libertad; esto tiene dos consecuencias: la primera, que los conceptos de la naturaleza y los de la libertad son teóricamente incognoscibles en sí mismos, los primeros, se dan en la intuición, sensible, sometida a formas a priori de espacio y tiempo, los segundos, no se dan en la intuición. La segunda consecuencia es la distancia infranqueable entre conceptos de naturaleza y libertad, la que separa lo sensible de lo suprasensible, como dirá Kant, “un abismo infranqueable”. Sin embargo, en su análisis teleológico de la Crítica del Juicio, Kant, fija un hombre como ser moral, como existencia que posee en sí misma un fin supremo, a la que se puede someter la naturaleza, pues esta se halla en él, como una naturaleza teleológicamente subordinada. Sin el hombre no habría un objeto final en la creación. La facultad de desear, en cuanto determinable sólo por conceptos, por la representación de obrar según un fin, sería la voluntad en el hombre; pero, la finalidad es fin en cuanto nosotros no ponemos las causas de esa forma en una voluntad, sin poder, hacemos concebible la explicación de su posibilidad, más que deduciéndola de una voluntad. Por tanto, en el análisis teleológico se fija una condición de posibilidad de la autonomía de la libertad.
La libertad, es la lucha por la autonomía, la búsqueda de la radical diferencia del hombre en sí mismo, reconocimiento de la autonomía en el otro y en lo otro. También cabe hablar, desde la libertad, de la libertad de la imaginación, consistente en esquematizar sin concepto, donde se produce la sensación de la mutua animación de la imaginación en su libertad y del entendimiento con su conformidad con las leyes, es decir, el Juicio de Gusto. Este, consiste en juzgar al objeto según la finalidad de la representación, conocer en su juego libre, sin intuiciones bajo conceptos; pero la facultad de las intuiciones, bajo la facultad de los conceptos, las cuales: la primera, en su libertad, concuerda con la segunda en su conformidad a las leyes.
El hombre, es, por todo esto, fin de la naturaleza. Una naturaleza subordinada al hombre, sólo si el hombre es sujeto moral y armoniza su libertad con principios y reglas. Lo sublime, reside en nuestro espíritu, y la naturaleza como informe y discordante es objeto para un fin subjetivo, por sí mismo, sin finalidad alguna. Lo sublime parte de una sensación desagradable de los sentidos frente algo que nos desborda o nos amenaza, y agrada inmediatamente por oposición al interés de los sentidos.
El arte, tal y como Kant lo expone, puede aparecer como hecho estético puro con plena autonomía, o como hecho en la cultura  en relación con la vida del espíritu, es decir, heterónomo.
En la Analítica de lo bello, se nos muestra una diferenciación entre dos tipos de belleza, la belleza libre, y la adherente. La belleza libre, no supone un concepto de lo que debe ser el objeto, es una belleza existente por sí misma; por ejemplo, cuando nos habla Kant de la consideración de bello a un color, el verde de un prado. Este es declarado bello en sí, sin embargo, es sólo la materia de la representación, y parece tener base sólo en la sensación, es decir, parece sólo ser agradable; pero estás representaciones, los colores en este caso (aunque también pone el ejemplo de una nota de violín) son puras, y tienen el derecho a valer como bellas, sus formas, es lo único que se puede comunicar universalmente. Por otro lado, la belleza adherente, supone un concepto, y la perfección del objeto en su relación con este concepto; se atribuye a los objetos que se hallan sometidos al concepto de un fin particular. Sólo se puede dar un Juicio de Gusto Puro con la belleza libre.
En la Analítica de lo sublime, de nuevo, se nos presenta una división entre belleza natural, y belleza artística. La primera, entra en el ámbito del gusto, y es la belleza pura, “una cosa bella”. La belleza artística, por su parte, exige, no sólo gusto, sino genio; un genio, que posee talento para las bellas artes. El arte queda como una imagen artística en relación a un objeto y a su concepto, a la idea de lo que dicho objeto deba ser. La belleza artística es “una bella representación de una cosa”, que no toma sus reglas de la sensación sino del entendimiento, fijando un arte libre respecto del objeto, relacionándolo solamente con la forma en la representación; siendo lo esencial en el arte la forma en la que se realiza la armonía entre naturaleza y libertad. En la representación de un objeto, lo subjetivo, sería su relación con el sujeto, como cualidad estética, y lo que determina el objeto sería su validez lógica. La aprehensión de la forma de un objeto de la intuición, está unido al placer, como representación referida al sujeto, y este placer, sólo puede expresarse en la acomodación del objeto con las facultades de conocer, las cuales están en juego en el juicio reflexionante, determinando la subjetiva y formal finalidad del objeto; pero no puede haber aprehensión de las formas en la imaginación, sin que el Juicio reflexionante la compare al menos con su facultad de referir intuiciones a conceptos, en esa comparación la imaginación se pone en concordancia con el entendimiento por medio de una representación dada y nace un sentimiento de placer, como objeto final para el juicio reflexionante.
En definitiva, y desde la belleza artística, el arte tiene un fin, como representación del objeto a través de la representación de “ideas estéticas”, y los elementos de la obra deben estar supeditados a este fin, del que no puede derivarse el placer estético.

David Ruiz Rosa.

Meditaciones sobre libertad y política. (Esbozo)

Prólogo

He decidido recuperar este texto, desde el cual, hace tiempo intente comenzar  trepar hacia una ventana que me iluminaría ante las oscuridades que dejan en mí los numerosos problemas no resueltos que me atrevo a afrontar. El texto sin duda carece de rigurosidad, y es tan trivial como de las preguntas de las que parte; preguntas que resonaron en mis oídos, e incluso hoy siguen resonando, durante un largo periodo de tiempo, y que ante su apariencia de importancia quise observarlas con mayor nitidez y dedicación.
¿Hacia dónde vamos?¿Hay que creer en el cambio o hay que crearlo?[1] Son las preguntas que abordaré, y que meditaré, intentando dejarlas correctamente explicadas desde el punto de vista político que deseo encauzar. Mi interés al recoger estas preguntas, además de puntualizar la situación social de inestabilidad y desconfianza (o más bien inseguridad ante lo que está por venir), es el de introducirme con suma delicadeza en unos problemas que son sumamente difíciles, y desde un planteamiento cotidiano, introducir conceptos, a mi forma de ver implícitos en esta problemática, los cuales me permitan contemplar errores e introducir ideas propias, siempre por supuesto bajo un análisis y un rigor que intentaré salvaguardar a toda costa, y me guíen hacia una ampliación[2] de mi saber acerca de estos temas.
Por todo lo dicho, y dejando a los lectores con mi borrador, diré como última advertencia, que este texto va exclusivamente dirigido a su evaluación y análisis, y una posterior recomendación sobre lo que bien aquí se puede encontrar,  sobre los errores, en el caso que los hubiera, y el aprendizaje y formación que obtendría con su enmiendo.


¿Hacia dónde vamos?¿Hay que creer en el cambio o hay que crearlo?

¿Hacia dónde vamos?, ¿hay que creer en el cambio o hay que crearlo?, estás son las preguntas que hoy nos hacemos, que hoy arrojamos a la estructura de la realidad; unas preguntas que nos surgen en nuestro actuar cotidiano. Unas preguntas que deben de ser cuestionadas y evaluadas, bien definidas mediante un riguroso examen; está tarea será la que desarrollaré a continuación.
En primer lugar, y siguiendo meramente el orden de las preguntas realizadas, cabe detenernos en: ¿Hacia dónde vamos?. En este enunciado cabe percatarse de la importancia, en primer lugar, del verbo: “vamos”, como todos sabemos, se trata de una declinación del verbo “ir” más la primera persona del plural, “nosotros”, pero ¿a quienes se refiere este “nosotros”? ¿a los que hemos realizado la pregunta?¿a los que deseen ir allá donde se decida?¿a los ciudadanos de Écija[3], Sevilla, Andalucía o España?¿o a todos los seres humanos? La afirmación sobre los seres humanos sería más general, recogiendo a su vez los demás subniveles, y por tanto será la que escoja para seguir con mi análisis.
La cuestión en este punto se podría enunciar del siguiente modo: ¿Hacia dónde va el ser humano? Según la experiencia que poseemos, sabemos que estamos conducidos a la supervivencia[4] como especie animal que somos. Nuestra inteligencia es garante de tal labor, y mediante esta, son desarrolladas la “técnica”[5], en la cual no me detendré, ayudándonos a elaborar artefactos en relación con lo exterior, distinta de la “tecnología” como concepto, entendida desde un punto de vista contemporáneo, la cual, aparecerá más adelante en mi reflexión; y la “política”, como concepto que recoge la facultad humana que nos permite relacionarnos con otros individuos[6]. Tal supervivencia de la que hemos hablado es un factor genético que garantiza la pervivencia de nuestro genoma. Desde cierto punto de vista antropológico, y dejando a un lado la “técnica”, ya que no es esto de lo que versa este borrador, aunque no olvidándola, ya que persiste en nuestro actuar básico, la “política”, entendida como ya he dicho en un sentido meramente conceptual, posibilitando el trato humano, y de la que se derivan, o de la que participan, por ejemplo, la economía, la tecnología actual, y demás funciones humanas, que hoy en día están estrechamente vinculadas a las relaciones humanas; y nacen de la sociedad surgida de la “política”, como un “hacer en la sociedad”, surgen de un “estar” (en la sociedad). Por lo tanto, necesitamos la “política” para vivir “bien” en sociedad, pues perseguimos nuestra felicidad[7].
Ahora llega el momento de preguntarse sobre que significa ese “¿dónde?”, ¿que dirección nos marca? Sin duda, nos vemos conducidos a la felicidad, al bienestar, distinguiendo de este tres estados: el bienestar del individuo, “nivel singular” (un hombre), el bienestar social, “nivel particular” (un grupo), y el bienestar de la especie, “nivel universal” (todos). Sea cual sea el nivel de bienestar que perseguimos, no podremos conseguirlo sin una buena “política”, de lo contrario los deseos egoístas, la soberbia humana, lo más profundo de nuestra sinrazón, nos conduciría a nuestra autodestrucción; por lo que surge una tremenda contradicción. El destino al que nos dirigimos debe ser, por tanto, la “política”, una buena “política”, que no posibilite la contradicción con el principio de supervivencia a nivel singular, particular, o universal; sin esta “política” nos destruimos. Me haré la siguiente pregunta: ¿hay una “buena política” en la actualidad? La respuesta a esta pregunta condiciona nuestro destino, abriendo la senda, que no es destino o fin en sí misma; o condenándonos.
A mi parecer, llegados a este punto, la pregunta debe cambiarse: ¿Hacia dónde debe ir el ser humano? Cuya respuesta es: hacia una “buena política”, como un deber, fundada en una ética inquebrantable[8], en un deber inquebrantable: el deber de realizar una buena política para garantizar nuestra felicidad fundada en el bienestar y la supervivencia de la especie.
La segunda cuestión que está recogida en el título de este trabajo es ¿hay que creer en el cambio o hay que crearlo? Cabe reparar en primer lugar en el concepto de “cambio”, del cual me remitiré primordialmente a su definición: “concepto que denota la transición de un estado a otro”. El uso de este concepto en la pregunta `ya´ presupone de `algo´ que ha de cambiarse, pero ¿el qué? Sólo me queda pensar en la política, en sus tres niveles, singular, particular, y universal. El “cambio” al que nos debemos referir pues, es de un estado actual (política actual) a un estado posible (política posible).
Tal política posible ¿está o no está?¿dónde? Sin duda está contenida y fundada en el ser humano, por lo tanto está `ya´ en nosotros; el ser humano es político por naturaleza, “animal político”, y la “política” es una nota propia que nos pertenece en sí. Se produce por tanto un ciclo histórico ad infinitum: de una “política actual” a una “política posible”. Ambas son lo mismo: “política”, la misma nota, y no hay cambio, pues no se denota ninguna transición (excepto a nivel físico)[9]. La “política” como concepto ha surgido de la subjetividad de la mente humana mediante una fundamentación en el carácter objetivo-físico[10] de nuestra especie. La “política” es siempre la misma, y lo que se produce es una transformación de su acción, no del concepto (esto ha ocasionado un cambio en el concepto en la actualidad, algo que es del todo falaz, como decir que una pistola es una flor); cambia la forma de su acción mediante y para la especie.
El siguiente concepto en el que detenerse es “creer”, cuya  definición es como sigue: “tener por cierto algo que el entendimiento no alcanza o que no está comprobado o demostrado”. “Que cambie la forma de su acción (de la política) mediante y para la especie” es un hecho, y la historia lo demuestra. Por lo tanto, no se puede creer algo que `ya´ es obvio a simple vista; es decir, no se puede creer que la “política” cambie la forma de su acción mediante y para la especie a lo largo de la historia humana, porque esto es un hecho, es decir, ocurre.
También he considerado detenernos en el concepto de “crear”, cuya definición fijaré en: “producir algo de la nada”, “establecer, fundar, introducir por primera vez algo”. Que la “política” cambie la forma de su acción mediante y para la especie es un hecho, y no se puede crear lo que ya está dado, se da, y se dará mientras exista aquello que lo hace posible que en primera instancia es el ser humano. Puesto que ya se da, y es un hecho, yo cambiaría la pregunta por: ¿Hay que aprovechar, sacarle beneficios a este cambio en la forma “política”?¿cómo?
Sin duda hay que participar, pues somos humanos y la opción de no participar es ya en sí una forma de participar[11], y la forma de la “política” no parará de cambiar, por tanto, ¿dónde debemos quedar en este frenético cambio de forma? Mi respuesta es: en la “política posible”, pero ¿cómo? A nivel práctico hay numerosas teorías que una vez intentan ser prácticas se desmoronan, y a nivel teórico, sin duda, respetando la subjetividad[12] de la cual surge la “política”.
Esta subjetividad, la enuncio como un concepto referido exclusivamente al “yo” mental, y no es una subjetividad gratuitamente libre, sino una subjetividad sometida a nuestra naturaleza[13], de la cual emana la política, de esta la ética, que evitan la perdida del ser humano como fin en sí mismo. Cada “yo” posee las mismas posibilidades de realizar “política”, y sólo “cambia” su acción física, en el sentido de que por ejemplo, todos podemos[14] ser malvados, pero no lo seremos si nuestros actos no son malvados.
Status políticos como el Fascismo o el Comunismo (radical-extremo), los cuales agruparé como Tiranía, destruyen, aniquilan la subjetividad, destruyendo la “política” del individuo a nivel particular y universal, quedando sólo en nivel singular (ulterior) como una subjetividad atrofiada, en ruinas, apoyándose en el egoísmo y la maldad singular (natural), debido a la eliminación de los niveles superiores[15]. El Capitalismo, por su parte (como “sistema camaleón”[16]), destruye exclusivamente el nivel particular, velando, escondiendo el nivel universal[17], aunque se puede llegar a él a través del nivel singular[18], el cual es esclavo en este sistema, respaldado por numerosas legislaciones “negativas” que garantizan más el agobio del nivel singular de subjetividad que su garantía, siendo esto último su fin real.
Como ya he explicado, la “política posible” es una política de la subjetividad, la cual debe garantizar la plena libertad, es decir, no convencer, no intentar atraer; esta plena libertad es una emanación natural, pues la subjetividad funda necesariamente la “política”. Esto no es suficiente, necesitamos plena libertad ética (natural)(aunque sea reduciéndola a sus principios, un mero acto de egoísmo animal, una necesidad de supervivencia).
¿Qué es la plena libertad ética?[19] Es un abrir un camino de posibilidades para ser elegidas libremente cada una de ellas, esto es la educación, la cual funda la cultura y es fundada a su vez por ella, y esta a su vez a la moral.
Para terminar diré que el camino ya está, es la realidad, la dirección es elegida libremente mediante la brújula natural que marca el norte de la supervivencia, a la cual, a lo largo de la historia hemos llegado por diversas sendas. Sin embargo, pocos son los que se dan cuenta de que las malas acciones de hombres pasados, por desconocimiento, ignorancia o una perniciosa voluntad, ha ocultado el camino que una vez desvelado es el más bello y brillante. La “política posible” está ya en nosotros, oculta tras el barro, y el fango de nuestra propia especie, antepasados; el deber es genético, y de este surge nuestra forma, nuestra subjetividad, y de esta nace la política, cuya forma en acción ha sido cambiante, como cambia un trozo de barro su forma dependiendo de las manos que lo contengan. Hoy sabemos que esto es, ya, fue, y seguirá siendo; no debemos cambiar lo que ya es cambiante, ni creer en algo que se muestra en sí mismo, sólo debemos, y repito, debemos, como palabra gritada a través de los truenos, utilizar esto para llegar al único fin posible; nosotros y nuestra supervivencia como especie.





[1] Estas preguntas son utilizadas dirigidas a campos diversos, sin embargo las posicionaré en su contexto político.
[2] He de confesar a los lectores que mis ansias de saber y mis conocimientos se han visto aumentados debido a los problemas que quedaron abiertos tras escribir este borrador.
[3] Ciudad que he citado puesto que es mi ciudad natal y en la cual desarrolle este borrador.
[4] He escogido la supervivencia humana como principio de fundamentación política debido a sus bases biológicas, y por que incluso desde un pensamiento ruin y egoísta un gobierno debe responder a todo supervivencia humana como fin primero.
[5] Distingo “técnica” y “política” como los dos principios básicos que a nivel práctico nos proporciona nuestra capacidad de raciocinio. Lo he decidido así porque parece ser que eliminando del humano todo rastro de civilización y dejándolo desnudo, como el primer humano que vio el amanecer en nuestro planeta, estos dos principio siguen conservándose; el primero para, por ejemplo, poseer las capacidades de hacer armas para cazar, y el segundo, para poder formar una tribu o clan donde varios humanos convivirían.
[6] Sin duda recojo la determinación natural del ser humano como animal político, en este aspecto, del modo en como lo describe Aristóteles.
[7] De nuevo me remito a Aristóteles y su idea de que el fin humano, y por tanto el fin de sus asociaciones políticas es la felicidad. Ver: Et.Nic.I.13.,1102a.
[8] Esa excelencia ética, areté, de la que habla Aristóteles; que nos proporcionará una vida feliz a través de la virtud; es en la que baso mis ideas.
[9] Es obvio a lo largo de la historia como un régimen dejaba lugar a otro, sin importar cual haya sido el motivo de su cambio.
[10] En el sentido de que a nivel teórico podemos plantear un grupo humano que necesita tal agrupación y su posterior estudio sobre las causas de tal agrupación, circunstancias, modo de la agrupación, etc. Responde a una necesidad de llamar de algún modo a la forma en la que los seres humanos se asocian en busca de ciertos fines y sobre todo, a mi modo de entender, en la capacidad de acuerdo entre los individuos.
[11] Sin duda, se trata de una libertad que se acerca a la definición de libertad positiva por parte de Isaiah Berlin. La voluntad de no querer participar en el “hacer político” del ser humano por parte de otros seres humanos es una forma de participar de algo que se funda en primera instancia en la propia libertad individual, es decir, la política a mi modo de entender.
[12] Una subjetividad que responde a la libertad humana, que como ya he dicho, a mi parecer, funda totalmente la política a mi modo de entender.
[13] No confundir esto con un determinismo natural. La subjetividad es libre, pero responde a la vez a la emanación de esa libertad y voluntad que es el “hacer político” en el ser humano.
[14] Yo puedo ser malvado o no, puedo contener en mi uno o su contrario en este aspecto, sólo que respecto a este tema, pienso que son las acciones las que marcan el uso de estos adjetivos en ciertos individuos de los que se dicen “buenos” y “malvados”.
[15] Esto ocurre ante un nivel muy elevado de coacción y obstáculos a la libertad individual de cada sujeto; lo que implica una pérdida por ciertas normativas, por ejemplo, de reuniones sociales, eliminando su libertad política a nivel particular, o la prohibición de un ejercer político de los individuos en la composición del Estado, lo que elimina su libertad política a nivel general.
[16] He utilizado este adjetivo de “sistema camaleón”, pues parece ser obvio en la historia de que modo ha sabido adaptarse a los distintos gobiernos, con tal de obtener beneficios de capital.
[17] Lo esconde a través, por ejemplo, de cómo ocurre en nuestro país, con legislaciones que limitan en gran medida la participación ciudadana en el Estado como una deficiente legislación electoral, o un sistema de partidos obsoleto que crean una conciencia social sobre la participación política que es del todo falaz, y crea una conciencia general que se cimienta en mentiras.
[18] La libertad a nivel individual sufre un problema de posible coacción a través de medios de información, etc; sin embargo, el individuo puede elegir claramente si aceptar esta coacción o no. Lo que realmente termina aplastando a esta libertad individual es un cuerpo legislativo basado en la negación de las acciones que llega a extra-limitarse en sus prohibiciones anulando la libertad negativa del individuo, recogiendo el concepto de Isaiah Berlin.
[19] Por supuesto la única que a mi parecer debe ser posible para poder vivir en un sociedad con menos deficiencias. Se puede decir que esta plena libertad ética puede contener la coexistencia entre libertad positiva y negativa de la que habla Berlin. Sin embargo debe contener algo más, y es ahí donde sigue mi trabajo.


David Ruiz Rosa.